Paso a lo mucho una hora; ya le costaba mantenerse despierto, sus parpados se le asemejaban dos densas gomas de mascar. Le tranquilizaba el completo silencio y la quietud del lugar.
Dio gracias de estar ahí, en esa bodega, cuidando unos míseros tubos de cobre, y no estar allá afuera, patrullando en la calle, de noche, bajo amenaza de lluvia y con el riesgo de encontrarse algún demente con fobia a los policías, arriesgando la vida por un sueldo mediocre, según sus propios pensares.
Comenzaba a dar de si, Morfeo lo cogía en sus brazos, cuando de pronto escuchó unas voces que se acercaban; aquel placentero sueño se había esfumado en un santiamén.
Se acercaba rezando "El Ave María" y "El Padre nuestro", por si acaso era algún espíritu chocarrero, del que cuentan las leyendas, y empuñaba bien el arma por si era algún maleante astuto; este quedaría impactado con solo verle por sorpresa.
Una vez que vio aquellos dos en infraganti, estibando algunos tubos hacia la salida, tartamudeó unos segundos por la impresión.
Los dos hombres vieron el tamaño del rifle y no dudaron en quedarse inmóviles, lo miraron a el como temblaba, lánguido, escurrido, como sin fuerzas, el uniforme de policía se veía ridículamente holgado en su figura. Luego se miraron entre si. Les costo trabajo no reír.
El arma de fuego era la única cosa que les separaba de darle una terapia con los tubos.
El policía vaciló un poco pero logró formar una palabra coherente.
-Solo son ustedes o son los únicos??!! Contesten?!!
-Los pillos rieron ante lo evidente.
-Tranquilo 'Cuñao!! Solo somos nosotros!!
El debilucho policía rió con alivio en su alma.
-Ah!! Gracias a dios!! Es que no me dieron balas para esta cochinada!! Ustedes creen!!
Los bandidos sonrieron malévolamente.
AUTOR: rsl
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